Eliminar nombre a la calle Rébsamen, atentado contra nuestra historia.
Agustín Mantilla Trolle
Don Enrique Conrado Rébsamen fue un pedagogo que a finales del siglo XIX realizó una de las obras de mayor trascendencia sobre las que se sustenta nuestro actual sistema educativo. Nacido en Suiza, Enrique C. Rébsamen trajo a nuestro país y en particular, a Veracruz, los elementos formativos de una visión educativa sobre la que se forjó una nación incipiente entonces como era la mexicana.
Perteneció a una época en la que el reclamo de independencia de los pueblos americanos y su proceso para erigirse en Estados nacionales no solamente requería de profundas transformaciones políticas sino que, a la merced de los mismos, era necesario gestar entre la población los sentimientos de identidad y pertenencia orientados hacia la idea de nación, con una vía insustituible para fortalecer ese proceso como lo fue la educación pública.
Para Rébsamen, inmerso en las ideas “libertadoras” de Pestalozzi, Herbartt y de Rousseau, el ejercicio de la libertad requería de un elemento insustituible: la difusión del alfabeto, como piedra nodal del conocimiento que habría de generarse desde las instancias públicas. Decía que la transformación de un pueblo sólo era posible, en la medida que surge y se afirma la educación pública como un deber del Estado y como un patrimonio común de los ciudadanos”.
Sirvan esta introducción para mostrar el legado de un hombre Universal que dejó obra concreta y precisa tanto en Orizaba, como en esta ciudad capital, de donde han emanado miles de discípulos que han enaltecido el normalismo mexicano, propagadores de este impulso pedagógico creando instituciones reconocidas como lo es sin duda la Escuela Normal de Xalapa, fundada en 1885 y que hoy lleva el nombre de tan notable pedagogo.
Es por ello que me parece sumamente inapropiada la decisión reciente del cabildo del ayuntamiento xalapeño, que sin mayor reflexión histórica y dejándose llevar por una coyuntura religiosa haya decidido quitar el nombre de Enrique C. Rébsamen a la calle que va del Parque Los Berros, hasta la unidad Xalapa 2000 y en su lugar le pongan el del nuevo Santo, Rafael Guízar y Valencia.
Me sorprende que en una ciudad letrada, que se enorgullece se ser conocida nacional e internacional como la “Atenas veracruzana”, sede de la Universidad Pública más importante del sureste, se resuelva y se tome una decisión al calor de un acontecimiento religioso, respetable a todas luces, pero incomprensible en cuanto a una decisión unilateral.
No se trata de quitar méritos al arzobispo Rafael Guízar y Valencia, pero no hay gracia alguna en rememorar una persona y su causa, a costa de eliminar la de otro hombre ilustre y forjador de una nación desde la perspectiva del pensamiento liberal.
Creo que un punto de coincidencia sería que el nombre del nuevo Santo Católico michoano fuera puesto a la parte de la Avenida que inicia de la ubicación de su nuevo santuario Guízar y Valencia y llega hasta la carretera a Veracruz, a la altura de las Trancas. Los nombres “Arco sur” o el de “Culturas Veracruzanas”, fueron ocurrencias de gobiernos recientes, que de ninguna manera son parte de nuestra historia. Es una vía de comunicación importante y suficiente, y creo que quienes hoy nos oponemos al cambio de nomenclatura de la Calle Rébsamen estaríamos satisfechos de una decisión salomónica y acertada.
La nomenclatura de las calles de Xalapa, representan gran parte de su cultura arraigada, de su pasado, de sus hombres ilustres, de los libertadores y hasta de los hombres que se han honrado desde el poder. Hay conocimiento y reconocimiento detrás de cada nombre de calle, de barrio o de colonia, no se trata de actuar mezquinamente y de cambiar nombres ilustres, por circunstancias poco explicadas y que para no pocos nos generan sospechas de una implantación de un conservadurismo antiliberal, propio de otras regiones del país. Xalapa no es Guanajuato, ni Puebla, donde calles y nombres de pueblos y ciudades están “santificados”.
Creo que los señores que integran el cabildo xalapeño no deben minimizar la inconformidad que se gesta en torno a su decisión coyuntural, sumamente ligera y que demuestra el poco conocimiento de las autoridades sobre la trascendencia de hombres y nombres que no pueden ser ocultos o borrados por una muestra de “profesión de fe” que se involucra con las decisiones que a todos indudablemente nos competen.
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